La Pascua o Semana Santa fue establecida por Dios como celebración por
la liberación de los israelitas que fueron esclavizados en Egipto por el
faraón. Para que aconteciera esa liberación, Dios tuvo que mostrar su
poder a través de las 10 plagas. Una de ellas, tal vez la más dolorosa
para el pueblo de Egipto, fue la muerte de los primogénitos – tanto de
las personas como de los animales.
En este episodio, el Señor ordenó que todo el pueblo de Israel ungiera
las puertas de sus casas con la sangre del cordero, y esta sería la
señal para que el ángel de la muerte no entrara y estuviera lejos de
aquel lugar.
Para que esta fecha siempre estuviera presente en la mente de los
israelitas, Dios estableció como mandato el sacrificio de un cordero
para recordar el momento en que Él libró al pueblo de Israel de la
muerte.
Más adelante esta orden fue sustituida por el sacrificio del gran
cordero, el Señor Jesús, que derramó su preciosa sangre para salvar la
humanidad de la esclavitud de los vicios, las peleas, las enfermedades, y
de la muerte espiritual.
Después de la muerte y resurrección de Cristo, la Pascua o Semana Santa
fue sustituida por la Santa Cena que es realizada en las iglesias
evangélicas y que nos hace recordar el sacrificio de Jesús, que murió y
resucitó para darnos vida eterna.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado su hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga
vida eterna” (Juan 3:16)
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