La mayor honra que se puede prestar a alguien
amado es ofrecerle su vida por completo y durante toda la vida: el casamiento.
El Señor Jesucristo hizo eso en la cruz. Dio
Su última gota de sangre para los que Lo honran.
Hizo Su entrega hace 2 mil años y continúa
entregándose en los días actuales por medio de Su Espíritu.
La unión con Él exige la misma entrega total
de quien en Él cree.
Teóricamente, eso es lo que más ha sucedido
en las iglesias evangélicas.
Aceptan a Jesús, Le hacen juramentos de amor
y dedicación delante del Altar e incluso se someten al bautismo en las aguas,
pero...
Allá afuera, en la práctica, son amantes de
este mundo.
Cuando la persona Lo honra de verdad,
entonces Él la honra en la misma proporción con el sello del Espíritu.
Si la entrega de la persona es sincera y
total, entonces el bautismo con el Espíritu Santo es inmediato. ¡Al instante!
No depende de ayuno, de nada...
… Yo honraré a los que Me honran…1 Samuel
2:30
La respuesta Divina es inmediata.
Pero la mayoría de los creyentes en Jesús no
ha visto Su Grandeza en la vida.
¿Por qué?
¿Por qué?
… los que Me desprecian serán tenidos en
poco. 1 Samuel 2:30
Este pueblo de labios Me honra; mas su
corazón está lejos de Mí, reclamó
Jesús. (Mateo 15:8; Marcos 7:6)
En compensación, para los que sacrifican
seres queridos, familiares, parientes, amistades mundanas, el mundo y, sobre
todo, la propia vida por el Señor Jesús, la promesa es que Él Se mostrará
Todopoderoso.
Porque los ojos del SEÑOR contemplan toda
la tierra, para mostrar Su poder a favor de los que tienen corazón perfecto
para con Él… 2 Crónicas 16:9
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